Unas 120 españolas fueron deportadas al campo de Ravensbrück y, salvo algún caso excepcional, todas ellas habían sido detenidas en Francia por actividades de resistencia contra la ocupación nazi y encarceladas. Posteriormente se decidió su deportación al campo de Ravensbrück donde fueron señaladas con un triángulo rojo, para ser utilizadas como mano de obra esclava. Su identificación, en ocasiones, es confusa: por errores en la transcripción de los lugares de nacimiento, en los apellidos o en los nombres; por figurar con el apellido de casada siguiendo la tradición francesa y, también por las largas décadas de silencio que ha sufrido este colectivo.